Los auténticos reformadores de la Iglesia son los santos, suele repetir el Papa. Pero a veces pensamos sólo en los grandes santos del pasado, olvidando que los tenemos hoy tal vez en número mayor que en casi cualquier otra época de la Historia. ¿Cómo se manifiesta hoy la santidad?
Los santos tienen una cara vuelta hacia Dios, de quien reciben la gracia para su propia santificación. Pero esta santidad personal tiene un segundo rostro vuelto hacia la Humanidad. Santo Tomás, san Ignacio de Loyola, santa Teresa de Ávila, san Juan de Dios… son grandes místicos, y grandes benefactores de la Humanidad, en el sentido de que su experiencia de Dios ha creado en su corazón una fuente de caridad hacia el prójimo. Han fundado casas de acogida, centros de enseñanza, han inventado la universidad... En Granada, san Juan de Dios fundó propiamente el hospital moderno... Los santos están inmersos en lo social porque están inmersos en Dios.
¿Qué puede decir de España y de sus nuevos santos?
¡Hay demasiados santos españoles! [Ríe]¡Es lo que se dice a veces en la Congregación! Por ejemplo, el año pasado en octubre tuvo lugar la canonización del Hermano Rafael, un joven arquitecto que encontró en la oración su expresión y su vocación, y que ha hecho mucho bien con sus escritos. Podemos mencionar también la beatificación de Josep Samsó i Elías, sacerdote, hombre culto y gran benefactor de su pueblo… Es un testimonio del Evangelio impresionante en tiempos de persecución y durante la Guerra Civil.
Gracias a Dios, los santos siguen existiendo en España. Está próxima la beatificación del Beato Leopoldo de Alpandeire, en Granada. En Valladolid, se espera la beatificación del padre Hoyos. En Linares, diócesis de Jaén, la de Lolo, un joven laico brillante que tuvo una enfermedad que no detuvo su apostolado de la pluma y que fue un gran periodista.
Al santo y al Beato, normalmente, se les reconoce por su intercesión para un milagro, que la Iglesia sólo reconoce cuando no hay margen de duda. Curiosamente, cierta mentalidad cientificista, que tanto gusta de crear polémicas con la Iglesia, guarda silencio. ¿Son los milagros una provocación?
La santidad es ya una provocación en sí misma. El milagro es una provocación en todos los tiempos. Jesús hizo milagros, y algunas personas creyeron y otras no. Un famoso enciclopedista francés dijo: «Yo creería en los milagros si una mano amputada se recuperara». ¡Y tenemos el milagro de Calanda, en el tiempo de la Inquisición, que era muy severa con los falsos misticismos y milagros! En la Iglesia, el milagro nunca ha sido recibido con aplausos. Este hecho de un joven al que primero la falta media pierna y, dos años después, le crece la pierna es un milagro que habría podido convertir a Voltaire. Y el obispo sintió tal pavor que llamó rápidamente al notario y a los testigos...
El milagro es una provocación que nos demuestra la presencia de Dios. La gente sencilla reza a los santos y obtiene el milagro. Ésta es la realidad.
¿Qué valoración puede hacer del traslado de las beatificaciones a las diócesis, introducido por Benedicto XVI?
Después de estos años de experiencia, vemos que estas beatificaciones tienen un aspecto pastoral extraordinariamente positivo. A Roma quizá irían unos pocos de miles de personas. En cambio, durante la preparación de la beatificación en la diócesis, toda la comunidad local comienza a conocer a la persona y se maravilla de su vida heroica. Por ejemplo, el 7 de junio del año pasado, celebramos en Antananarivo, capital de Madagascar, la beatificación de Rafael Rafiringa, un gran personaje nacional. Estuvo presente casi la nación entera: 250 mil personas, con los dos Presidentes enfrentados. Les dijimos: «No habrá beatificación si proseguís con la guerra». La beatificación los apaciguó y asistieron ambos... En suma, estas beatificaciones tienen interés y un objetivo pastoral. La pastoral de la santidad debe estar incluida en una diócesis junto con la pastoral de la vocación, la pastoral de la caridad con el prójimo, la pastoral de la cultura, la catequesis...
¿Puede decirse que el siglo XX ha sido el de los Papas santos, comparable a los tiempos de los primeros cristianos?
En los primeros siglos, todos los Papas fueron santos. Después se produjo una especie de desaparición de la santidad, a excepción de algún caso, como Gregorio VII o Pío V. En cambio, a partir de Pío IX hasta hoy, los Papas han vuelto a esta senda. ¿Por qué a partir de entonces? En 1870, el Papado perdió el Estado pontificio, pero, curiosamente, estos Papas sin poder temporal añadieron a su ministerio una especie de poder espiritual, su propia santidad. Tenemos a los Beatos Pío IX y Juan XXIII, a San Pío X, las causas de León XIII, Benedicto XV y Pío XI; está el Papa Pacelli, Pío XII, y Juan Pablo II... Y también Juan Pablo I: su causa lleva buen ritmo… En cierto modo, estos Papas no sólo hablan, sino que testimonian la fidelidad al Evangelio a través de su vida.
Fuente: Alfa y Omega nº 675