Lolo murió para nacer. Por eso, nació entonces, aquel 3 de noviembre, como quien se ha pasado la vida atendiendo el espíritu ajeno para colmarlo de dicha. Y era como si al dar un paso, nada más que un paso, entre la vida y la otra vida, la eterna, todo hubiese cambiado para que sus merecimientos cobraran efectividad de cara a su propia salvación y, de paso, colaborara con aquellos que, desde entonces, pudieran dirigirse a tan esclarecido fiel católico.
Hoy recordamos, pues, el día en el que el Beato Lolo fue llamado por Dios. Y es que, con toda seguridad, el Creador quería tener muy cerca a quien nunca se había arredrado ante lo que le pasaba y había puesto muy buena cara y mejor corazón a tantas asechanzas físicas. A cambio de eso supo tener una fuerza de espíritu que ya querríamos muchos más dados a la tibieza en tal sentido.
En las próximas semanas, con la ayuda de Dios y el permiso de la editorial, vamos a traer al blog el libro escrito por el que esto escribe de título “De Ramos a Resurrección”. Semana a semana vamos a ir reproduciendo los apartados a los que hace referencia el Índice que es, a saber:
El Mal que acecha
Hay grados entre los perseguidores
Quien lo conoce todo bien sabe
Un júbilo muy esperado
Los testigos del Bueno
Inoculando el veneno del Mal
Los que buscan al Maestro
El cómo de la vida eterna
Dios se dirige a quien ama
Los que no entienden están en las tinieblas
Lo que ha de pasar
Incredulidad de los hombres
El peligro de caminar en las tinieblas
Cuando no se reconoce la luz
Los ánimos que da Cristo
Aún hay tiempo de creer en Cristo
El ejemplo más natural y santo a seguir
El aliado del Mal
Las mansiones de Cristo
Sobre viñas y frutos
El principal mandato de Cristo
Sobre el amor como Ley
El mandato principal
Elegidos por Dios
Que demos fruto es un mandato divino
El odio del mundo
El otro Paráclito
Santa Misa
La presencia real de Cristo en la Eucaristía
El valor sacrificial de la Santa Misa
El Cuerpo y la Sangre de Cristo
La institución del sacerdocio
En el Huerto de los Olivos
La voluntad de Dios
Dormidos por la tentación
Entregar al Hijo del hombre
Jesús sabía lo que Judas iba a cumplir
La terrible tristeza del Maestro
El prendimiento de Jesús
Yo soy
El arrebato de Pedro y el convencimiento de Cristo
Idas y venidas de una condena ilegal e injusta
Fin de un calvario
Un final muy esperado por Cristo
En cumplimiento de la Sagrada Escritura
La verdad de Pilatos
Lanza, sangre y agua
Los que permanecen ante la Cruz
Hasta el último momento
Cuando María se convirtió en Madre de todos
La intención de los buenos
Los que saben la Verdad y la sirven
El primer día de una nueva creación
El ansia de Pedro y Juan
A quien mucho se le perdonó, mucho amó
La glorificación de Dios
Cuando el Hijo glorifica al Padre
Sobre los frutos y la gloria de Dios
La eternidad de la gloria de Dios
La glorificación de Cristo
Primera Palabra
Segunda Palabra
Tercera Palabra
Cuarta Palabra
Quinta Palabra
Sexta Palabra
Séptima Palabra
El libro ha sido publicado por la Editorial Bendita María. A tener en cuenta es que los gastos de envío son gratuitos.
“Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo. acordaos de la palabra que os he dicho: el siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán. Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado. Si yo no hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado. el que me odia, odia también a mi Padre. si no hubiera hecho entre ellos obras que no ha hecho ningún otro, no tendrían pecado; pero ahora las han visto, y nos odian a mí y a mi Padre. Pero es para que se cumpla lo que está escrito en su Ley: ‘me han odiado sin motivo’”.
(Jn 15, 18-25).
Si había algo que debía atenazar el corazón de Jesús era lo que sus discípulos podían sufrir en su nombre, por estar con Él y guardar los mandamientos de Dios. Ya en el sermón de la montaña había dicho:
“Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa” (Mt 5, 11).
Ya hemos hecho referencia al tema del odio del mundo por el Hijo de Dios. Y siendo esto algo que preocupa a sus discípulos, bien podemos preguntarnos las razones de que el mundo hubiera odiado al enviado de Dios y que, acto seguido, hiciera lo mismo con sus discípulos.
El caso es que el mundo odiaba todo lo que no procediese de Él porque lo consideraba atentatorio contra sus intereses carnales. Por eso, la dignidad que mostraba Jesús en sus acciones era tenia por actitud a destruir y por eso iba a pasar otro tanto con sus discípulos empezando, precisamente, por aquellos que estaban comiendo la Pascua, en aquel momento, con el Hijo del hombre. Por eso Jesús, un poco después, diría, dirigiéndose a Dios:
“Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo” (Jn 17, 14-16).
En realidad, la persecución del mundo en contra del propio cristo como la inmediata de sus discípulos tiene relación con lo que Él dice: no aman la Palabra de Dios porque han manipulado la voluntad del creador a través de una Ley mundanizada y adaptada a los intereses de aquellos que la hacen. Por eso Jesús, en un momento determinado, lanza graves acusaciones contra aquellos, que, precisamente, están tramando su muerte. Y lo hace de una forma verdaderamente terrible a lo largo de siete manifestaciones de lo que podríamos denominar “santa ira”:
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! ni entráis vosotros ni permitís entrar a los que querrían hacerlo” (Mt 23, 13).
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que recorréis mar y tierra para conseguir un solo prosélito y cuando lo tenéis, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros!” (Mt 23, 14-15).
“¡Ay de vosotros, guías de ciegos, que decís si uno jura por el templo, eso no es nada, pero si jura por el oro del templo, queda obligado! insensatos y ciegos ¿Que vale más el oro del templo o el templo que santifica el oro? Y si alguno jura por el altar eso no es nada, pero si jura obre la ofrenda que esta sobre él, ese queda obligado ¡ciegos! ¿Qué es más la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda? Pues el que jura por el altar, jura por él y por lo que está encima de él Y el que jura por el templo, jura por él y por quien lo habita Y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por el que en Él se sienta” (Mt 23 16-23).
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que diezmáis la menta, el anís y el comino y no os cuidáis de lo más grave de la ley la justicia, la misericordia y la buena fe! Y no es que sea malo hacer aquello, pero sin olvidar lo principal. Guías ciegos que coláis un mosquito y os tragáis un camello” (Mt 23, 23-25).
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, que, por dentro están llenos de rapiñas y codicias! Fariseo, ciego, limpia primero por dentro la copa y el plato y límpialo luego por fuera” (Mt 23, 25-27).
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a sepulcros blanqueados, hermosos por fuera, mas por dentro llenos de huesos de muertos y de toda suerte de inmundicia! así también vosotros por fuera parecéis justos a los hombres, mas por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad” (Mt 23, 27-28).
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y adornáis los monumentos de los justos y decís si hubiéramos vivido nosotros en tiempos de nuestros padres no habríamos sido cómplices suyos en la sangre de los profetas! con ello vosotros mismos os reconocéis hijos de asesinos de profetas. Colmad, pues, la medida de vuestros padres serpientes, raza de víboras. ¿Cómo escapareis del infierno? Por eso os envío yo profetas y sabios a unos los matareis y los crucificareis, a otros los azotareis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad, para que caiga sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra” (Mt 23, 29-35).
Cada una de estas constataciones de la realidad era como un aviso, primero, a los mismos que criticaba y, luego, a los que, siguiéndoles, podían caer en sus mismos errores. Ellos, por su parte y según sus intereses, tenían mucho que alegar contra cristo y contra los suyos. Y, sin embargo, Jesús va un poco más allá en lo referido al odio que han tenido contra Él porque siendo Dios hecho hombre es más que cierto que también han odiado al propio Creador.
Es bien cierto que a Jesús, a pesar de conocer el corazón del hombre, se le hace duro aceptar qué ha pasado con muchos de los miembros del pueblo escogido por Dios. Sabiendo que gustan de pruebas de santidad y que las buscan en las señales… Él ha hecho muchas señales:
“Así, en caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales” (Jn 2, 11);
“Mientras estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la Pascua, creyeron muchos en su nombre al ver las señales que realizaba” (Jn 2, 23);
“Fue éste donde Jesús de noche y le dijo: ‘Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él’” (Jn 3, 2);
“Después de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos” (Jn 6, 1-2);
“Y muchos entre la gente creyeron en él y decían: ‘cuando venga el cristo, ¿Hará más señales que las que ha hecho éste?’” (Jn 7, 31);
“Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: ‘¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchas señales’” (Jn 11, 47);
“Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro” (Jn 20, 30).
Y conociendo las escrituras judías como las conocían… muchas veces les ha dicho que de Él se hablaba en ellas:
“Vino a nazará, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: ‘El espíritu del señor sobre mí, porque me ha ungido par a anunciar a los pobres la Buena nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos’ y proclamar un año de gracia del señor. Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. en la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. comenzó, pues, a decirles: ‘esta escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy’” (Lc 4, 16-21).
Les ha hablado, además, con una autoridad de la que han dicho, otros que no Él mismo, que era superior a la de los maestros de la ley:
“Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (Mc 1, 22).
Pero hay algo que entristece mucho a Jesús: reconocer que los que actúan de tal forma lo hacen conscientemente. Es decir, que hacen lo que es su voluntad y no llevan a cabo acciones de tal jaez sin saber qué hacen: ellos creen que hacen lo correcto aunque, claro está, anden totalmente errados. el caso es que, de todos ellos, dirá luego Jesús aquello de “no saben lo que hacen” pues, en el fondo sabía el Hijo de Dios que eran ignorantes en lo más importante: quién era aquel con el que tanto se ensañaban y al que querían ver muerto. Y es que ignorar acerca de Dios o de su Hijo puede entenderse como causa de una determinada actuación pero en el caso de las personas a las que se refería Jesús no concurrían tales motivos. Ellos habían visto lo que había hecho, habían oído lo que había predicado y, sobre todo, eran más que conscientes de la naturaleza de los hechos y de la predicación misma. no obstante no se trataba de personas pobres en conocimientos de religión sino, al contrario, unas que eran consideradas como sabias por el común de la población judía. Por eso en ellas concurría una culpa mayor y por eso Jesús dice que le han odiado “sin motivo”.